domingo, 13 de abril de 2008

Canto V de la Divina Comedia de Dante por Dore

CANTO V

Así bajé del círculo primero

al segundo que menos lugar ciñe, 2 (1)

y tanto más dolor, que al llanto mueve. 3





Allí el horrible Minos rechinaba. 4 (2)

A la entrada examina los pecados;

juzga y ordena según se relíe. 6


Digo que cuando un alma mal nacida

llega delante, todo lo confiesa;

y aquel conocedor de los pecados 9


ve el lugar del infierno que merece:

tantas veces se ciñe con la cola,

cuantos grados él quiere que sea echada. 12


Siempre delante de él se encuentran muchos;

van esperando cada uno su juicio,

hablan y escuchan, después las arrojan. 15


«Oh tú que vienes al doloso albergue

‑me dijo Minos en cuanto me vio,

dejando el acto de tan alto oficio‑; 18


mira cómo entras y de quién te fías:

no te engañe la anchura de la entrada.»

Y mi guía: «¿Por qué le gritas tanto? 21


No le entorpezcas su fatal camino;

así se quiso allí donde se puede

lo que se quiere, y más no me preguntes.» 24


Ahora comienzan las dolientes notas

a hacérseme sentir; y llego entonces

allí donde un gran llanto me golpea. 27


Llegué a un lugar de todas luces mudo,

que mugía cual mar en la tormenta,

si los vientos contrarios le combaten. 30


La borrasca infernal, que nunca cesa,

en su rapiña lleva a los espíritus;

volviendo y golpeando les acosa. 33


Cuando llegan delante de la ruina,

allí los gritos, el llanto, el lamento;

allí blasfeman del poder divino. 36


Comprendí que a tal clase de martirio

los lujuriosos eran condenados,

que la razón someten al deseo. 39


Y cual los estorninos forman de alas

en invierno bandada larga y prieta,

así aquel viento a los malos espíritus: 42


arriba, abajo, acá y allí les lleva;

y ninguna esperanza les conforta,

no de descanso, mas de menor pena. 45


Y cual las grullas cantando sus lays

largas hileras hacen en el aire,

así las vi venir lanzando ayes, 48


a las sombras llevadas por el viento.

Y yo dije: «Maestro, quién son esas

gentes que el aire negro así castiga?» 51





«La primera de la que las noticias

quieres saber ‑‑me dijo aquel entonces­-

fue emperatriz sobre muchos idiomas. 54


Se inclinó tanto al vicio de lujuria,

que la lascivia licitó en sus leyes,

para ocultar el asco al que era dada: 57


Semíramis es ella, de quien dicen 58 (3

que sucediera a Nino y fue su esposa:

mandó en la tierra que el sultán gobierna. 60


Se mató aquella otra, enamorada, 61 (4)

traicionando el recuerdo de Siqueo;

la que sigue es Cleopatra lujuriosa. 63 (5)

A Elena ve, por la que tanta víctima 64 (6)

el tiempo se llevó, y ve al gran Aquiles 65 (7)

que por Amor al cabo combatiera; 66


ve a Paris, a Tristán.» Y a más de mil 67 (8)

sombras me señaló, y me nombró, a dedo,

que Amor de nuestra vida les privara. 69


Y después de escuchar a mi maestro

nombrar a antiguas damas y caudillos,

les tuve pena, y casi me desmayo. 72


Yo comencé: «Poeta, muy gustoso 73 (9)

hablaría a esos dos que vienen juntos

y parecen al viento tan ligeros.» 75


Y él a mí: «Los verás cuando ya estén

más cerca de nosotros; si les ruegas

en nombre de su amor, ellos vendrán.» 78



Tan pronto como el viento allí los trajo

alcé la voz: «Oh almas afanadas,

hablad, si no os lo impiden, con nosotros.» 81


Tal palomas llamadas del deseo,

al dulce nido con el ala alzada,

van por el viento del querer llevadas, 84


ambos dejaron el grupo de Dido 85 (10)

y en el aire malsano se acercaron,

tan fuerte fue mi grito afectuoso: 87


«Oh criatura graciosa y compasiva

que nos visitas por el aire perso 89 (11)

a nosotras que el mundo ensangrentamos; 90



si el Rey del Mundo fuese nuestro amigo

rogaríamos de él tu salvación,

ya que te apiada nuestro mal perverso. 93


De lo que oír o lo que hablar os guste,

nosotros oiremos y hablaremos

mientras que el viento, como ahora, calle. 96

La tierra en que nací está situada

en la Marina donde el Po desciende

y con sus afluentes se reúne. 99


Amor, que al noble corazón se agarra,

a éste prendió de la bella persona

que me quitaron; aún me ofende el modo. 102


Amor, que a todo amado a amar le obliga, 103 (12)

prendió por éste en mí pasión tan fuerte 104 (13)

que, como ves, aún no me abandona. 105



El Amor nos condujo a morir juntos,

y a aquel que nos mató Caína espera.» 107 (14)

Estas palabras ellos nos dijeron. 108


Cuando escuché a las almas doloridas

bajé el rostro y tan bajo lo tenía,

que el poeta me dijo al fin: «Qué piensas?» 111


Al responderle comencé: «Qué pena,

cuánto dulce pensar, cuánto deseo,

a éstos condujo a paso tan dañoso.» 114


Después me volví a ellos y les dije,

y comencé: «Francesca, tus pesares

llorar me hacen triste y compasivo; 117


dime, en la edad de los dulces suspiros

¿cómo o por qué el Amor os concedió

que conocieses tan turbios deseos?» 120


Y repuso: «Ningún dolor más grande

que el de acordarse del tiempo dichoso

en la desgracia; y tu guía lo sabe. 123 (15)


Mas si saber la primera raíz

de nuestro amor deseas de tal modo,

hablaré como aquel que llora y habla: 126





Leíamos un día por deleite,

cómo hería el amor a Lanzarote; 128(16)

solos los dos y sin recelo alguno. 129


Muchas veces los ojos suspendieron

la lectura, y el rostro emblanquecía,

pero tan sólo nos venció un pasaje. 132


Al leer que la risa deseada 133 (17)

era besada por tan gran amante,

éste, que de mí nunca ha de apartarse, 135


la boca me besó, todo él temblando.

Galeotto fue el libro y quien lo hizo;

no seguimos leyendo ya ese día.» 138


Y mientras un espíritu así hablaba,

lloraba el otro, tal que de piedad

desfallecí como si me muriese; 141


y caí como un cuerpo muerto cae.




(1)Al círculo donde se castiga el pecado de la lujuria.


(2)Minos, según la antigua mitología, después de haber reinado prudentemente en Creta, fue considerado como uno de los jueces infernales, junto con Radamante y Eaco (Eneida, VI, 432‑3), pero aquí Dante lo transforma en una fiera un tanto grotesca.


(3)Semíramis, nombre griego de una reina asiria famoso entre los medieva­les por su vida licenciosa y violenta. Para algunos representa en la Comedia el amor vicioso.


4)Dido, reina de Cartago, rompió por su amor hacia Eneas la fidelidad de­bida a su antiguo marido Siqueo. Representaría el amor apasionado.


(5)Cleopatra, reina de Egipto (69‑30 a.C.), representaría el amor interesado, dadas sus relaciones con César y Marco Antonio.


(6)Elena, hija de Júpiter y Leda, causante de la guerra de Troya, representa­ría el amor ambicioso.


(7)Aquiles, el más célebre griego de la guerra de Troya, cuyo sitio en el In­fiemo, como amante de Polixena, no es tal vez el que más convendría a su figu­ra heroica.


8)Paris, príncipe troyano, hijo de Príamo y raptor de Elena. Tristán, sobri­no del rey Marcos de Comualles y amante de Iseo, la mujer de éste último. Su historia fue celebérrima en la Edad Media.


(9)Francesca, hija de Guido da Polenta, señor de Rávena, y amigo de Dante; y Paolo Malatesta, hermano del marido de ésta, el feroz Gianciotto Malatesta, señor de Rímini, con quien Francesca había sido casada por motivos políticos alrededor de 1275. Como veremos, la propia Francesca narrará a Dante el amor desdichado que les ha condenado, en uno de los pasajes más bellos y co­nocidos de toda la Comedia. Toda la historia parece ser un ejemplo vivo de la teoría amorosa del «Dolce stil novo».


(10)Es decir, como apuntamos antes, del grupo de pecadores arrastrados por la pasión amorosa, no por la sensualidad a otras razones.


(11)El perso es un color mezcla de púrpura y negro (Convivixm, IV, XX, 2).


(12)Eco del verso de Guido Guinizzelfi: «Al cor gentil rimpaira sempre amore.»


(13)A Paolo.


(14)Descubierta, en efecto, su pasión amorosa, los amantes fueron muertos alrededor de 1285 por el marido burlado, que será condenado en la Caína, zona del círculo noveno donde se castiga a los asesinos de consanguíneos (Infier­no, XXXII).


(15)Pues fue un famosísimo poeta en el mundo, y ahora una sombra más en el Limbo, sin esperanza de salvación.


(16)Se trata de una de las novelas escritas en francés que tan famosas fueron en toda Europa a partir del siglo XII.


(17)Junto con la de Tristán e Iseo, la de Lancelot y la reina Ginebra, es la historia de amor más conocida del ciclo artúrico popularizada por la novela. El pasaje aquí aludido es aquel en que el caballero Gallehault, o Galeotto, sin saber su secreto amor, condujo a uno a la presencia del otro, e indujo a la reina a que besara al caballero.

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